Caprichos(I)
-No son los de Paganini, ni son los de Goya-
Por Manuel Zepeda Ramos
Hace casi tres meses, cuando mi alma empezó a partirse en pedacitos, dejé de escribir. No había fuerza ni ganas.
Sin embargo, de cuando menos dos meses para acá, los monólogos de la mañana empezaron a ser lugar de linchamientos y defenestras, de posiciones políticas que, al menos, llamaban la atención por ocurrencias y contradicciones a lo que unos días antes se había dicho en ese mismo lugar. Los que nos enterábamos tuvimos la sensación de estar chupando un limón sin sal o comiendo una guayaba verde cuya astringencia es casi insoportable. Fueron tantos los dichos y los juicios cotidianos, que decidí volver a escribir e intentar, con toda humildad, hacer análisis aproximado, entendible desde mi visión -puedo equivocarme-, de ese sermón cotidiano. Aquí estoy, a las órdenes de mis lectores.
¿Por dónde empezar?
Antes, me debo preguntar:
¿El presidente es un animal político?
Por supuesto, muy agudo y desarrollado a lo largo de muchos años de estar caminando en el territorio nacional. Es un experto electoral.
¿Él es un hombre poderoso?
Muy poderoso, como nunca avalado por los votos obtenidos en la última elección, al grado que la aceptación de la derrota por parte de los candidatos contendientes, fue en la misma tarde-noche del suceso.
Habré de decir que los presidentes de México han sido todos poderosos, tal vez por herencias del pasado que nos hacen dependientes de quién manda en el Palacio Nacional. Todos han impuesto a sus ministros en la corte, todos escogen a sus candidatos a la cámara de diputados, a la de senadores y a las gubernaturas que integran el pacto federal.
Él, pues, no es la excepción.
Sí lo es su forma de actuar, su manera de gobernar desde los monólogos de la mañana. El equipo no existe, el equipo solo obedece cuando se lo ordenan. El ejecutivo es él y solo él. No lo oculta. Al contrario.
Desde el monólogo le ordena a las entidades autónomas sin importarle el debido proceso. Muchos de los posibles elementos del juicio a Lozoya pudieran haberse dañado al describir por boca propia, por ejemplo, lo que iba sucediendo horas después, con exactitud cronométrica.
Cuando empezó a pergeñar el juicio popular a ex presidentes y no poder juntar su Movimiento dos millones de firmas del pueblo bueno para cumplir la orden constitucional -dato importante que no se puede perder de vista-, él lo hizo personalmente y lo mandó al Senado de la República para someterlo al análisis y éste lo enviara a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para su análisis y aprobación. A partir de aquí, desde los monólogos de la mañana, empezó a dar tácitas instrucciones a la SCJN para que pasara lo que él quería. El ministro Aguilar fue el ponente, contundente: al documento presidencial lo declaró como algo parecido a un cúmulo de inconstitucionalidades. Vino el pleno y el Ministro presidente Zaldívar cambió la materia: el concepto constitucional por el texto de Él. Por 6 a 5 se aprobó que la consulta era constitucional, pero también se cambió el texto, del que no quedó nada del propuesto.
¿Alguno de ustedes tiene alguna duda de que la consulta al juicio de los ex presidentes es una estrategia electoral para que Él esté presente hasta el día de las elecciones? Yo no.
Ahí estriba la diferencia: en el estilo de ejercer el poder de quienes quiere juzgar, frente a su estilo muy suyo, que parece ingenuamente obvio, deliberadamente fácil de descubrir, inclusive y que lo vuelve monótono de tanto repetirlo, un día sí y otro también.
Sin duda, es un estilo muy suyo, en donde le interesa sólo dirigirse a su electores del 2018, para empezar desde ahora “su campaña desde el monólogo de la mañana” para volver a ganar San Lázaro, su principal obsesión.
Estamos ante una conducta política que debería de cambiar porque el mandato constitucional que recibió lo convierte en la autoridad que gobierne para todos los mexicanos y no solo para sus electores. El resultado hasta ahora de este estilo peculiar, es la de una polarización real que ha dividido al país y eso no está bien para un México de 130 millones de mexicanos que cada día pierde su horizonte de un futuro promisorio.
Él va a insistir, en los próximos días, hacer la consulta el día de la elección, no obstante que hay un mandato constitucional planteado en el Congreso ya durante su gestión, que manda consultas hasta el primer domingo de agosto de 2021. Pero eso no le importa. Él quiere hacer presencia electoral el primer domingo de julio.
Por todo esto, que trastoca la vida constitucional y por ende la tranquilidad nacional, propongo desde esta tribuna lo que ya se ha dicho en diferentes foros: que el día de las elecciones, el primer domingo de junio del 2021, votemos por el partido que queramos, pero no por el que hoy detenta el poder junto a sus aliados. Esa será la única manera de evitar decisiones que ya están dañando la buena marcha nacional. San Lázaro debe ser una cámara de acuerdos y consensos. La única manera es que ya no tenga mayoría absoluta, lo que le permite hacer y deshacer con la Constitución. Necesitamos un congreso que funcione para bien de México.
Mientras escribo sobre más caprichos de Él, sugiero que:
Te quedes en casa. Y si tienes que salir, usa cubre bocas, protégete los ojos, lávate las manos la más de las veces y conserva siempre una sana distancia.
Hasta la próxima, muy próxima.