Agencia El Universal|Ciudad de México.- Se acabaron las maldiciones, las burlas y los errores del pasado: el Cruz Azul es campeón de la Liga MX.
Pasaron más de 23 años. Seis finales perdidas. Momentos dramáticos. Pero La Máquina superó (2-1 en el global) al Santos, para quedarse con el título del Guardianes 2021.
¿Lágrimas? Claro, pero ya no de tristeza, sino de alegría, gracias al trabajo realizado por el peruano Juan Reynoso que llevó a los celestes a la gloria. Jesús Corona y Julio César Domínguez levantaron el trofeo, su primero como futbolistas en una larga carrera de profesionalismo y sufrimiento incluido. Jonathan Rodríguez marcó el gol –polémico– del campeonato.
Todos los celestes, a festejar, que esto tardó 8 mil 575 días en llegar.
El Santos echó atrás al Cruz Azul, que abuso de precavido y prefirió cuidar su ventaja en el marcador global. Aunque La Máquina tuvo un par aproximaciones, fueron los Guerreros los que se vieron ofensivos y con el control del partido. Los laguneros aplicaron vértigo a los celestes.
Los Guerreros no dejaron jugar a los celestes, los presionaron y sofocaron durante los primero 45 minutos, y para el 37’, Diego Valdés les metió el tanto del empate en el global –golazo al ángulo superior–, precisamente por lo prudente que fueron los jugadores de Reynoso.
Para el complemento, Santi Giménez –quien ingresó por Roberto Alvarado– tuvo la oportunidad de oro para recuperar la ventaja de Cruz Azul, al quitarse de encima a Carlos Acevedo, pero decidió pasar en lugar de concretar la acción. Error que se olvidó rápido, porque Rodríguez marcó (51’), tras una descolgada, y todos los vestidos de celeste en el Azteca volvieron a respirar y cantar.
Quedó duda por un posible fuera de lugar de Guillermo Fernández, quien corrió a la par del Cabecita, pero fue ignorado por Fernando Hernández y el resto del cuerpo arbitral.
El gol rápido era necesario para los cementeros, los regresó a la vida. La Máquina entendió que necesitaba tener el balón para ganar. El colmillo salió por parte de los de Reynoso, con las exageraciones de contactos para agotar el tiempo.
Dignos de una final, sobre todo por los malos recuerdos, el ambiente en el Estadio Azteca se respiró nerviosismo y tensión. Los minutos se volvieron agónicos.
No más “cruzazuleadas”, la “Novena” llegó.