Por Jorge Ceballos
La efervescencia por el triunfo de Eduardo Ramírez Aguilar con más un millón 860 mil votos y que lo convertirá el próximo 8 de diciembre como el político que asuma la gubernatura de Chiapas con una cifra récord en la confianza ciudadana, no puede ser tomada a la ligera. De entrada, todos los que se encuentran alrededor del próximo jefe del Ejecutivo estatal tienen por obligación que bajarse del ladrillo en el que se encuentran, porque el total de sufragios que obtuvo el oriundo de Comitán lo obliga a cumplir a cabalidad todos los compromisos que asumió.
Aquellos que están en el círculo cercano al próximo mandatario deben tener muy en cuenta parte del mensaje que emitió el domingo 9 de junio luego de recibir su constancia como gobernador electo: “quienes me acompañen en esta responsabilidad tienen que pensar como yo”, vaya, sino están entendiendo que deben dejar de lado el triunfalismo y la soberbia que los caracteriza se irán a ser espectadores de un gobierno que no puede ni debe fallarle a los chiapanecos.
En entregas anteriores en este mismo espacio el autor de Entrelíneas señaló que, Eduardo Ramírez Aguilar no puede llegar a la gubernatura siendo el señor de las ocho columnas y la comentocracia de redes sociales, sin embargo, la semana que concluyó desde alguna oficina cercana a quien será gobernador le dieron rienda suelta a una campaña mediática en la que se hacía referencia al número histórico de votos que obtuvo en las urnas. Siendo esto alimento para la egoteca de quien deberá gobernar olvidándose de las cifras y más aún, de aquellos que se sienten eruditos en la movilización política.
Es cierto que Eduardo Ramírez es desde ya el político que más votos ha obtenido en las urnas, por ende, debe ser también el político al que mayormente se le tiene que exigir resultados. No podemos olvidarnos que hace 12 años gobernó Chiapas un hombre que obtuvo un millón 300 mil votos: Manuel Velasco Coello, esa cifra lejos de traducirse en compromisos con la soberanía, se convirtió en un cheque en blanco otorgado a un ladrón de cuello blanco.
Es por eso mismo que, Ramírez Aguilar y sus futuros colaboradores no deben abusar de las cifras obtenidas, al contrario. El número de sufragios obtenidos en las urnas deben servir como un compromiso diario para lograr que Chiapas avance a pasos gigantes rumbo al desarrollo. No es de dudarse que actualmente abunden los aplaudidores y gente que quiera quedar bien con quien dirigirá los destinos de la entidad los siguientes seis años. Son esos mismos que en el sexenio de 2012 a 2018 callaron como momias y por omisión fueron cómplices del mal gobierno de Manuel Velasco por así convenir a sus intereses económicos, personales y de grupo.
En Chiapas la clase política conoce a la perfección a Eduardo Ramírez, saben que es un hombre de temperamento y fuerte carácter, además, por haber ocupado ya todos los cargos públicos, se tiene que decir que es un docto en el arte de la administración pública. Esas características y la preparación obtenida desde la sindicatura, la alcaldía, la diputación federal, la secretaría de Gobierno, la diputación local y el Senado de la República deben ser las armas principales para que el Estado tenga un gobierno eficiente, alejado de la frivolidad que otorgan los números y los amanuenses de a peso que tanto abundan.
¿Tendrán remitente?
El fin de semana circuló un material audiovisual en redes sociales en el cual se asegura que un excandidato a presidente municipal de la zona Altos podría ser enviado a El Amate por el gobernador electo Eduardo Ramírez Aguilar. Todo lo anterior por la simple razón de impugnar los resultados electorales.
A quienes tratan de infundir temor a los políticos que buscan impugnar un resultado electoral, les debe quedar más que claro que, ese es un derecho que la Constitución y las mismas leyes les otorgan, pero, este tipo de material solo demuestra la ignorancia en torno al marco jurídico bajo el que se rige el Estado mexicano.
Lo más grave es que, en la búsqueda de quedar bien con el próximo gobernador, solo lo hacen ver como un político vengativo y de rencores lo que se contrapone con sus llamados a la unidad y la reconciliación… Hasta la próxima.